Bodega Pago de las Encomiendas: el vino que sale de la tierra

Esta vez fuimos a la zona de Extremadura, porque por casualidad habíamos probado un vino extremeño (de la tierra de barros) y visitamos la bodega donde nació: Pago de las Encomiendas. Se trata del vino UNadir.

Aunque Nadir es el contrario de Zenit o la parte de mayor adversidad en un proceso (o de bajón en un estado de ánimo), no es el origen del nombre. Unadir significa el origen de la tierra, que para tratarse de una bodega que saca de la tierra su sabor y lo lleva a sus vinos, está bien traído.

Pago de las Encomiendas se trata de una bodega familiar que ha ido creciendo a partir de viñedos con muchos años en la familia, y en los últimos tiempos se diferencia porque quiere aportar algo nuevo, gracias a su inquietud por devolver a la tierra lo que le da en forma de uva.

Esto se expresa en el trabajo para construir un vino biodinámico -que recordemos que es la parte de la agricultura que considera los cultivos (en este caso los viñedos) como organismos complejos dentro de un sistema en equilibrio- y para eso están elaborando, porque las cosas buenas se elaboran no se construyen, una nueva bodega y futuro centro de interpretación biodinámico.

En esta bodega todo está hecho con un porqué, y la luz del sol (o su energía) llega desde el centro más alto de la bodega de una manera muy bella a las barricas del futuro vino biodinámico, durmiendo bajo tierra.

Pero no solo se trabaja con cuidado en esta bodega, en la “convencional” la recepción de las uvas se hace en la parte superior, cayendo por gravedad a las cubas en la parte inferior. Esto empieza a indicar el respeto que esta bodega tiene por las uvas, que con este trato están contentas de dar buenos caldos. Tan buenos como (por poner dos ejemplos) el blanco de la variedad Cayetana, donde la recogida de la uva se hace de manera nocturna con frontales (si eso lo ven mis niños se vuelven locos por ir a recoger uvas) o el tinto de Syrah y Tempranillo, vinos elegantes y acogedores.

La bodega es la primera parte, pero en realidad el ambiente familiar lo sientes desde que hablas con Mabel para concertar la visita, te atiende la paciencia infinita de Angel o te recibe Juan a la llegada al hotel pequeño, sencillo y con una paz que hoy en día es difícil de encontrar, todos vestidos con la sencillez de la gente que le gusta el trato cercano.

Si además sientes la necesidad de ver los viñedos desde el aire, te facilitan la locura del vuelo, porque también tienen aeródromo. Una experiencia completa en todos los sentidos: el paladar y el vértigo, la tierra y el aire….para perder los sentidos.

Porque nos gustan los Vinos con Historia

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